La Pizarra EEA: Análisis Liverpool 2019-20 por CorderoJavi

La Pizarra EEA: Análisis Liverpool 2019-20 por CorderoJavi

julio 30, 2020 1 Por Esto es Anfield

El convencimiento por la victoria.

 

Por Javier Cordero (@CorderoJavi)

Resulta difícil explicar toda la evolución que puede experimentarse cuando la caprichosa Copa de Europa se deja agarrar por sus asas. Sin ir más lejos ella, tan majestuosa como traicionera, es capaz de radicalizar las opiniones en torno a su consecución: tan pronto tira al traste la valoración de competidores a los que aun mascando el oro cada año no han podido conquistarla los últimos tiempos como puede borrar de la memoria cualquier decepción cuando se consigue. Esa esencia tan especial que la caracteriza dota durante un periodo a estos últimos de la condición de intocables, aunque en este deporte llamado fútbol ninguno  goza de tal durante mucho tiempo. Dicho lo cual, bien conocida es la frase que afirma que para poder ser algo, el primer paso es parecerlo. Y habiéndola ganado y con toda la vorágine de circunstancias y emociones que implica, resulta especial jugar con esa apariencia cuando se siente la responsabilidad de superar las expectativas.

 

El proyecto surgido en Anfield ha ido muy deprisa, sin apenas poder detenerse en el hecho de llegar tan lejos y a su vez conseguir ‘menos de lo previsto’ en primera instancia. Tras lograr este primer objetivo en aquella noche de Madrid, la mente hace clic y las ideas se renuevan con alicientes para continuar rebasando sus propios límites. Todo es un estado de ánimo y desde ahí se explican los acontecimientos de esta temporada con preponderancia sobre lo puramente futbolístico, que expondremos a lo largo de este texto. El resultado, grosso modo, alude a la entereza inquebrantable en el plano anímico y en el hecho de estar plenamente convencido de sus posibilidades y de su manera de plasmar su idea de juego incluso por encima de la calidad final, porque creer ciegamente en esta es mucho más trascendente que ella misma. A este grupo de jugadores, faltos en su mayoría de grandes logros, siempre les ha quedado el creer. Y por otro lado todo toma sentido si cuentas con un rival que permite un margen de error mínimo y que te exige hasta la extenuación si pretendes superar sus marcas. El pasado reciente descubre al Manchester City como la obsesión del Liverpool en su lucha anual – y viceversa – , repleta de actos de soberbia y ego entre ambos, faltas de respeto futbolísticas ( goleadas para cada lado) y con recelos que abarcan los éxitos ajenos, pasando por la sinergia que existe entre todas las ramas del club y de su efecto mediático en torno a su filosofía. Entidades  tan distintas en la forma administrativa y a su vez  similares en el fondo de dos de las mentes más brillante del fútbol actual. Una rivalidad que permanece latente en cada momento de la temporada y en la que nunca falta un vistazo de reojo para ver si el otro tropieza y la más que posible victoria de uno cuenta el doble y multiplica mi moral. Una frustración constante entre aquello que consigo y lo que realmente necesito, satisfacciones a medio camino al caer en bandos distintos y gasolina para ver si realmente se puede ofrecer más.

¿Se pueden lograr mejores números que la temporada pasada a partir de una propuesta menos eficiente? Tan cierto es que las cifras no mienten como que no pueden llegar hasta ciertos puntos para dar una respuesta plausible a tal pregunta. El caso del Liverpool de Klopp podría dar una de carácter afirmativo si atendemos a los encuentros jugados  – así se hará en este texto – en la Premier League. En primer lugar por las particularidades que este presenta al desarrollarse a partir de un modelo de juego muy característico sin apenas aristas y modificaciones troncales a lo largo de su vida estable. La propuesta da pie a un sistema de participación continua de no más – en el punto crítico de las temporadas raramente es así – de 16 jugadores que van generando sinergias con el paso de los partidos, las semanas y las temporadas. Un fútbol de memoria que van dando forma los habituales mientras las alternativas pueden ser un poco más libres con la justificación de ser menos partícipes en su construcción a la par que suman esa riqueza tan necesaria para determinados contextos. Esto supone fortalezas a la hora de conectar todas las piezas, así como la capacidad de los rivales para preparar una estrategia especialmente preparada para anular a todas ellas. Insistimos en este hecho: no es su entrenador el que aporta la principal variedad en la propuesta si no que son los jugadores los que pueden introducirla para darle otra interpretación. No es Jürgen Klopp un técnico especialmente intervencionista (y no vamos a  enjuiciar esta cualidad pero sí hablaremos a continuación de lo que ha supuesto en el campeonato) y sus rivales, sabedores de ello, han actuado cada vez con más minuciosidad para disminuir el impacto de su modelo. El Liverpool no ha sido ese boxeador que ha hecho besar la lona a sus rivales en los primeros asaltos como antes, si no que se ha preocupado de seguir trabajando con ahínco el rostro y sus costados con especial énfasis en no hincar su propia rodilla.

La temporada comienza con dos actos de distinta repercusión individual que no afectaron al resultado final de colectivo pero sí dignos de mencionar en ese periodo de activación respecto a la competición que suelen ocupar los 2-3 primeros meses y que tienen un denominador común: la carga de partidos durante el primer semestre de 2019. Por un lado, tanto Mané como Salah se vieron obligados a citarse  en una anodina Copa África disputada entre junio y julio, con temperaturas abrasantes y que limitaron mucho las capacidades de los futbolistas. El senegalés se vio especialmente afectado tras el ajetreo de minutos y viajes durante su periplo con los reds y más teniendo en cuenta el rendimiento ofrecido en dicha copa. Para completar las circunstancias del tridente, Firmino también tuvo su carga física y anímica  con la Copa América aunque no parecía notarse ese derroche por el buen inicio de temporada mostrado. Quizás la consecución del título alimentó sus ganas de seguir sumando más a su palmarés. Por su parte su compañero Alisson no contó con la misma suerte y cayó lesionado en el primer encuentro de liga ante el Norwich lo que le privó de jugar días después la Supercopa de Europa frente al Chelsea. El héroe inesperado de aquella noche fue Adrián San Miguel, el que ganaría su trocito de protagonismo para el resto de la temporada y que ocuparía la portería durante 8 jornadas. El español conoce los campos ingleses tras su dilatada experiencia a las filas del West Ham pero muestra alguna duda que cuesta algún gol en contra. Nada afecta al camino recto del equipo en lo que a la tabla se refiere ya que suma ocho victorias en ocho encuentros pero la manera de alcanzarlas tiene un trasfondo distinto a lo que podría ser lograr tal éxito en anteriores temporadas. En ellas, los dos primeros rivales en casa – Norwich y Arsenal – ofrecen alguna facilidad táctica que este equipo no suele desaprovechar. Por ello el resto de contendientes ejercen una resistencia que obliga a tomar conciencia de la importancia de mantenerse constantes y pacientes en el uso de sus atributos y sobre todo a reflexionar acerca de algo: ganar la primera Premier League sería un ejercicio de trabajo más que de disfrute. Acostumbrados a sentenciar muchos partidos antes del pitido final y gustarse frente al rival, conseguir puntos se convertiría durante toda la temporada en una imposición propia y cayendo en la cuenta de que la verdadera trascendencia del camino sería llegar al final más que vivir el momento.

Desde lo meramente futbolístico, esta trayectoria prácticamente impoluta se puede explicar a través de dos herramientas que han ido perfeccionándose desde el inicio de la temporada pasada y que hoy son probablemente el equipo de la élite mejor preparado para utilizarlas. En primer lugar ninguna transición defensiva de Europa puede equipararse a la de nuestro protagonista en términos de calidad, de activación ante la pérdida ni por contexto; una eficacia difícilmente vista en la última década en el fútbol europeo. A pesar de que los escenarios que plantean los rivales suelen reducirle el espacio y facilitar estar juntos una vez la pelota cambia de dueño, no le resta un ápice de mérito el dominar esta fase del juego en situaciones tan diversas: la rapidez con la que se recupera nuevamente es inaudita. Con laterales y delanteros asolando el último tercio libremente, la labor de los centrocampistas de compensar los espacios a su espalda se fundamenta en esfuerzos que nunca decaen bien sean realizando diez carreras de 20 metros o veinte carreras de 10 metros; el final suele ser siempre el esperado para sus intereses.

 

Mientras los Henderson, Wijnaldum u Oxlade-Chamberlain llevan grabado a fuego el acoso constante al poseedor y sus alrededores, Fabinho es probablemente EL mediocentro del último año a la hora de medir la altura a la que debe intervenir para que su equipo se mantenga compacto en esos segundos de defensa frenética. Por último, la presencia de Van Dijk como cinturón de seguridad en el último escalón reduce a la nada cualquier contraataque de impacto, siempre presente en la jugada y nunca desbordado como resultado de una colocación inmaculada. Otro de los aspectos donde el Liverpool se ha convertido en gigante es en la gestión del balón parado ofensivo, sobre todo para inaugurar marcadores y que por otras vías se les estaba atragantando por momentos. Desde Alexander-Arnold como especialista tanto en córners como faltas laterales y centradas (auténticos golazos como vs Palace o Chelsea) pasando por Van Dijk y su imperioso remate, esta disciplina ha tenido una importancia cada vez mayor desde que Klopp aterrizara en Anfield. No obstante, con un fútbol tan bien definido y sin apenas aristas que pulir, los rivales estructuraron planes semejantes en cuanto a claridad de intenciones para disminuir lo máximo posible las fortalezas en el plano ofensivo.

El Liverpool es sobresaliente en el balón parado y la presión tras pérdida, pero el verdadero reto ha surgido del ataque en campo rival: los planteamientos de los rivales han sido cada vez más complejos de doblegar cuando acumulaban muchos jugadores detrás del balón

El acometido del resto de equipos Premier era mayoritariamente romper de raíz la fuente que hace emanar todo su fútbol dejando a la suerte la posibilidad de puntuar ante el campeón de Europa, con planteamientos sumamente reactivos y con un gran énfasis en ganar fortaleza en el último tercio de campo. Para atacar esta zona, el Liverpool se sostiene en dos pilares que guardan una relación sistemática más que puramente individual, es decir, el reparto de espacios y análisis de los momentos del juego es lo primordial y ello permite el posterior feeling y relación entre las piezas. Dichos pilares se identifican con facilidad: la influencia de los laterales y la determinación del tridente. Los primeros representan el nexo para llegar a los delanteros, el primer nexo para los jugadores más retrasados y la vía más recurrida para abrir defensas desde una posición muy alzada con la que amenazan por su sensibilidad en el centro y en el golpeo; los últimos son meramente la columna vertebral a partir de la cual se ha construido todo lo demás.  En base a ello muchos equipos han adoptado una medida común: aplicar estrechos marcajes en ese primer punto de unión donde se construye todo. Con Trent y Robertson bien vigilados, la fluidez ofensiva por momentos se vio mermada sobremanera.

Muchos de los rivales del LFC han tratado de establecer fuertes vigilancias a los laterales para evitar que conecten con los delanteros, especialmente con dos carrileros junto a tres centrales que les permiten igualar la situación numérica cerca del área y tener más controlados a Mané-Firmino-Salah.

 

Ante este hecho, gran parte de la responsabilidad creativa cae en los pies de jugadores más proclives a lanzarse a aprovechar las ventajas cerca de la frontal que a crearlas por sí mismos. Los centrocampistas más habituales en el once titular cumplen semejantes características, como Wijnaldum, Henderson y Oxlade-Chamberlain. Estos dos últimos suelen desempeñarse como interior derecho y durante anteriores temporadas esta posición ha tenido una función bastante bien definida y con un movimiento muy recurrente que en esta ha brillado sobre todo por su ausencia: la carrera desde dentro hacia fuera para doblar a Alexander-Arnold (ver el movimiento de Oxlade-Chamberlain en el gol de Wijnaldum ante el Atlético de Madrid) . Esto supone facilidades al lateral para centrar con más espacio y también aclararle marcas a Mohamed Salah en sus internadas al área.  Ante este inconveniente Klopp ha optado más temprano que de costumbre por una solución a la que suele acudir en esos meses de diciembre y enero donde los partidos se acumulan y que ayuda a refrescar ideas en campo rival: el 4-2-3-1/4-2-4. El objetivo no es otro que añadir un efectivo más por delante de línea de balón, poblar mejor los 3/4 de campo y promover pases más diagonales que ofrecen más facilidades para romper líneas y enfilar a sus atacantes hacia la portería. Activar a más jugadores ofensivos y que los centrocampistas tengan menos peso a la hora de generar.

El Liverpool se ha movido con más frecuencia en sistemas con dos centrocampistas para aumentar las opciones de juego entre líneas y ofrecer más alternativas a los laterales cuando se incorporan

 

La principal traba a título individual llegó con la lesión de Fabinho en el mes de diciembre, que bien pudo hacer renquear la estructura del equipo: el encargado de cuidar las espaldas de todos los jugadores que se incorporan al ataque, marcar la altura de la presión y de sumar fluidez con su capacidad para pases de rango medio, corto y largo. Ante tal imprevisto, los grandes jugadores dan un paso adelante y fue Jordan Henderson quien asumió la responsabilidad de coger el testigo. La treintena de años suele ser el culmen de los centrocampistas, cuando el entendimiento del juego y el saber jugar llegan a su pico máximo y se convierten en los factores a partir  de los cuales evaluar la calidad del jugador en cuestión. Su carrera en Liverpool ha estado marcada por la indefinición en cuanto a su función más idónea, siendo el único punto de unión entre los Hodgson, Dalglish, Rodgers y Klopp darle más o menos galones dentro de sus planes. Ha sido en 2020 cuando realmente ha podido verse una versión más comprensible en cuanto a sus facultades, coincidiendo con la lesión de Fabinho comentada anteriormente. Ubicado cerca del círculo central, ha dado seguridad a sus compañeros a incorporarse en el ataque y rienda a su dominio del pase con intenciones diversas, mezclando la seguridad de la salida con envíos más afilados para acelerar el ritmo de los partidos. Si bien el brasileño se asegura de potenciar la tendencia del capitán a defender sobre el balón más que sobre el espacio, su poso como centrocampista ha ganado enteros hasta el punto de definirse en esta temporada como alguien más asociado a la base de la jugada y a marcar el tiempo de los ataques.

El mejor momento de la carrera de Henderson ha llegado esta temporada a partir de organizar los ataques por delante de los centrales

 

La trayectoria del Liverpool en la Premier podría resumirse en un fútbol cuyo brillo ha sido intermitente, no así un estado físico excelso, un convencimiento en la victoria que no decae y un ego de equipo ganador permanente. Los minutos finales son los que reafirman esta fortaleza y donde suelen decidirse cuántos puntos suma cada equipo. Los rivales bien han podido arrebatárselos, no obstante ese último cuarto de hora es donde se han decidido muchos de ellos. Desde el punto de vista colectivo, la cantidad marcada de goles en esta franja asusta: en el último cuarto de hora ha logrado diez y solo ha recibido dos. Otra prueba más de que este título se va más allá del juego, que alcanzó su última actualización la temporada pasada y que solo hacía falta un punto extra de fe que se ganó por el camino recorrido hasta Madrid. Como afirmaba Klopp tras perder en Kiev ante el Real Madrid, “no tengo dudas de que volveremos a estar aquí”. Seguro que el mensaje tras solo perder una Premier con un punto menos que el campeón y una sola derrota fue idénticamente el mismo. Ya no quedan escépticos.

 

ALGUNAS ESTADÍSTICAS EN PREMIER LEAGUE

 

  • 19 partidos en Anfield: 18 victorias y 1 empate
  • 32 victorias en 38 partidos
  • 2,61 puntos por partido
  • Media de goles marcados: 2,24
  • Media de goles encajados: 0,87
  • Al descanso, solo se ha visto por debajo en el marcador en cinco ocasiones: una en casa y cuatro fuera
  • En el 10% de los partidos disputados fuera de casa, el resultado ha sido 0-3
  • De los 33 goles concedidos esta temporada, 17 de ellos (50%) no han tenido influencia en la consecución de sus puntos (ni le empataron ni le adelantaron en el marcador)