Adam Lallana: reivindicarse o perder

Adam Lallana: reivindicarse o perder

marzo 14, 2016 3 Por George Olmos

Adam Lallana: reivindicarse o perder

Javier Cordero (@Javi15195)

El Liverpool siempre ha buscado adueñarse del mejor talento inglés en la ventana de transferencias. Tras el fin de la etapa de Rafa Benítez, el equipo se vio forzado a un cambio de rumbo y a configurar mediante otros métodos la plantilla. Si durante la estancia del míster madrileño la política de fichajes se basaba en contratar jugadores con un rol muy específico, de nacionalidades variadas y de nivel medio-bajo, durante los periodos posteriores se produjo una nacionalización. Carragher y Gerrard, figuras dentro de «the Three Lions», necesitan relevo en el club a la hora de representar el liverbird en la selección.
Así que desde las oficinas de Anfield se han puesto manos a la obra y han captado a un buen número futbolistas ingleses durante los cinco últimos años: Henderson, Joe Cole, Danny Ings, James Milner, Nathaniel Clyne, Jonjo Shelvey, Rickie Lambert, Daniel Sturridge, Joe Gomez, Stewartg Downing o Andy Carroll se han vestido de red, además del buen número de canteranos (Flanagan, Wisdom, Coady, Ibe, Sterling…) que han debutado durante este periodo. Independientemente del rendimiento otorgado al club, son el nombre de Stewart y Andy Carroll los que invitan más a la reflexión. No podemos obviar que la situación deportiva e institucional del Liverpool por aquella época (2011) no era precisamente sencilla y eso repercute en lo concerniente al fútbol, a lo que sucede a ras de césped. Ambos futbolistas estaban en el mejor momento de su carrera, el salto a un club mayor era por méritos propios y la oportunidad de luchar por títulos y jugar en Anfield era muy estimulante para a jugadores. La apuesta económica del club fue arriesgada (65 millones fue el montante de las operaciones) para tratar de acortar la sombra de Fernando Torres pero fracasó estrepitosamente.
Y en verano de 2014, la situación volvió a asemejarse a lo ocurrido tres años antes. Los reds volvían a vivir la marcha de su estrella (quizás ninguna como Luis Suárez) a la par que Steven Gerrard comenzaba su caída, alejándose cada día más de aquel  magnífico mediocentro que hizo pelear al Liverpool por la Premier. Para taparse las vergüenzas, la alternativa fue otro futbolista inglés por el que desembolsó la friolera de 30 millones de euros. Adam Lallana había hecho muy bien las cosas en el Southampton, convirtiéndose en uno de los futbolistas revelación del campeonato y siendo seleccionado por Hogdson para debutar con Inglaterra. Pochettino, muy dado a ofrecer libertad a sus mediapuntas para que intercambien posiciones y ofrecerles cierta rienda suelta a su juego, exprimió lo mejor de Adam. Un uso anodino de ambas piernas fuera a la hora de chutar y conducir, un buen cambio de ritmo en sus acciones e interpretación a la hora de moverse y recibir sin marca. Para colmo, terminó la temporada con cifras más que interesantes, habiendo anotado 10 goles y repartido 8 asistencias en los 42 partidos que disputó en la temporada. Parecía la pieza que encajaría y se retroalimentaría de las dos nuevas referencias en el ataque red durante la pasada campaña: Raheem Sterling y Philippe Coutinho.
Pero nada más lejos de la realidad. La superviviencia de Lallana por Liverpool no fue fácil en su primer año, con un equipo que cambió de esquema (de 4-4-2 en diamante a 3-4-2-1) a tenor de sus problemas defensivos. Fuera cual fuese el motivo de la degeneración del proyecto iniciado por Rodgers, el equipo no tenía fondo táctico y sus partidos dependían de la inspiración de sus jugadores más determinantes. Si Mignolet o Emre Can se encargaban de poner el cerrojo atrás, Coutinho se encargaba de la inventiva y un Raheem Sterling como punta de referencia estaba obligado a ser el hombre gol. Y entre tanto, la aportación de Lallana se quedó corta. Sus toques mágicos de varita son precisos y preciosos: caracoleos, amagos de cintura y goles deliciosos que rebosan calidad. No obstante, su llegada no supuso ninguna mejora, bien por la indefinición de su equipo a la hora de qué fútbol practicar y también por su marcada irregularidad. Son muchos los encuentros en los que pasa largos tramos sin entrar en contacto con el esférico, algo perjudicial para una plantilla con serias dificultades para generar ocasiones de gol y finalizarlas con éxito.
Llegó Klopp y la energía vital empapó el vestuario. Y es precisamente este optimismo el que mantiene intactas las esperanzas de acceder a la Champions la próxima temporada. Poco o nada se parecen los reds a un equipo del alemán pero la actitud para afrontar los desafíos sí que está dando la talla. En clave Lallana, se antoja importante pues nota la confianza del entrenador y le permite jugar sin presión alguna, con el añadido de que las responsabilidades ofensivas están más repartidas. Su juego puede casar bien con lo que va diseñando Klopp conforme pasan las semanas (la presión intensa, las transiciones alegres…) aunque de momento, Milner ha sido quien se ha adueñado de la banda derecha y cumple funciones muy particulares y esenciales para el entrenador germano. Lallana posee condiciones, pero desde su llegada a Anfield no ha logrado mostrar regularidad en sus actuaciones, lo que le ha relegado al segundo plano en varias ocasiones. La constancia, el trabajo diario y las ganas de triunfar en este club son los ingredientes que el ex Southampton necesitará si quiere seguir poniéndose la elástica red. El tiempo corre y la revolución veraniega se acerca.